sábado, 21 de febrero de 2015

Caminantes de estrellas

El firmamento buscaba por dónde asomarse en el cielo cubierto, mientras el farol de la noche encontraba resquicios por donde colar su luz; Orión, el centinela, cuidaba de sus almas. Las nubes no eran obstáculo suficiente. Los pies dibujaban estrellas a cada paso; el océano inmenso proveía a medida que los caminantes se internaban más y más en su realidad. Lejanas luces guiaban su camino y alentaban una pequeña certidumbre.

La inmensidad del universo reflejada en un grano de arena. Universo repleto de posibilidades, de vida, de amor, de alegría, de infinitos sentimientos. La música se transformaba en fuerza, la fuerza se transformaba en música. Mientras, dos entes trascendían entre las estrellas del cielo y de la tierra; creaban su propio universo y se replegaban en su gozo, a observar el perfecto devenir del otro.

Caminantes de estrellas, con la mirada puesta más allá. Buscaban escapar del mundo y crear uno nuevo. ¿Para qué caminar, si no? A veces, luego de mucho andar, esto puede ocurrir. Es un raro milagro, cuando el firmamento brilla tanto en la tierra como en el cielo, entonces, es posible crear un universo nuevo. Fugaz, sí. Pero capaz de dar cabida a los sentimientos más nobles e intensos conocidos por el hombre. Recompensados por la tenacidad de desafiar distancias y convenciones, tiempos y realidades.

Luego, nuevamente caminantes de estrellas, anhelantes. Perdidos en la inmensidad del orbe; pero con una referencia, un faro que los guiará eternamente. Inspiración para reencontrarse con ese otro universo, fugaz y bello, que una vez tuvieron la fortuna de crear.